Las tradiciones son las prácticas, historias y rituales que se han transmitido de generación en generación, formando la esencia cultural de un país. Estas tradiciones no solo son ceremonias que repetimos año tras año, sino que también son la brújula que guía y da identidad a las nuevas generaciones, son una vía para conectarlas con su pasado, entender su presente y construir su futuro.
Los niños y jóvenes buscan definirse, encontrar su lugar en el mundo. Es en esta etapa donde las tradiciones nacionales juegan un papel fundamental. A través de ellas, los jóvenes descubren raíces, valores y principios que conforman su identidad nacional.
Al participar en actividades que evoquen nuestras tradiciones, los jóvenes tienen la oportunidad de reforzar su sentido de pertenencia, lo que construye una identidad sólida y un entendimiento claro de uno mismo en relación con el mundo que le rodea.
Un claro ejemplo de cómo las tradiciones pueden influir en la formación de la identidad juvenil lo encontramos en la tradición local del Día de los Difuntos. En esta fecha, muchos ecuatorianos suelen visitar los cementerios para adornar las tumbas con flores y además las familias comparten una comida especial, la colada morada y las guaguas de pan, que son preparaciones tradicionales de este día. Estos alimentos no son solo delicias para el paladar, sino que también tienen un significado simbólico: las guaguas de pan representan a los difuntos y la colada morada, hecha con frutas y especias, simboliza la sangre de los difuntos y la conexión entre la vida y la muerte.
Mientras que es esencial honrar y comprender nuestras propias tradiciones, hay una riqueza adicional en abrirnos a celebrar las tradiciones de otras culturas. Esta apertura no sólo nos permite vivir nuevas experiencias, sino que también enriquece nuestra cosmovisión y nos ofrece una comprensión más profunda de la humanidad en su conjunto.
Tal es el caso de Halloween, una festividad que, aunque tiene sus raíces en las antiguas tradiciones celtas, se ha popularizado gracias a la cultura norteamericana. Esta celebración, que tiene lugar justo a dos días antes del Día de los Muertos, ofrece una experiencia interesante y complementaria. Mientras que el Día de los Muertos es una reflexión sobre la conexión entre la vida y la muerte y la importancia de honrar a nuestros antepasados, Halloween se centra en la diversión, los disfraces, las historias de fantasmas y la camaradería.
Las tradiciones nacionales e internacionales no son solo rituales; son herramientas vivas que influyen en la formación y fortalecimiento de la identidad y la comprensión de otras culturas, finalmente todos buscamos formas de conectar con otros, de entender lo desconocido y de expresar nuestras esperanzas, miedos y sueños.
Al final del día, ya sea a través de una guagua de pan, una colada morada o un disfraz de vampiro, lo que realmente celebramos es la maravillosa diversidad y complejidad de la experiencia humana. Así, al abrirnos a tradiciones foráneas, no diluimos nuestra identidad, mas bien, la fortalecemos y enriquecemos, recordando que somos parte de un tejido global, interconectado y maravillosamente diverso.